Por Carlos E. Pinto* / La educación es clave para los nuevos trabajos, pero puede ser que no alcance. Qué hacer.
Es “vox populi” el temor mundial acerca del reemplazo de trabajos clásicos por la digitalización (incluyendo automación, robotización e inteligencia artificial).
Existen muchos trabajos publicados, donde se vislumbra que a largo plazo, los puestos de trabajo “nuevos” se compensarían con los que esas tecnologías eliminan. Esto es posible si se logran reeducar los recursos humanos para su reutilización en el camino del cambio de tareas susceptibles de ser digitalizadas a las de gestión del ecosistema digital. Esta situación optimista esbozada en el mediano y largo plazo suena como verosímil. Desde hace milenios, la tecnología produce más trabajos de los que elimina. De todas maneras, lo que es inexorable es que la “ola digital” elimina o cambia sustancialmente muchos trabajos, tal cual los conocemos hoy.
Pero -siempre hay un pero- existe una luz amarilla fuerte. Se trata justamente de la reconversión de los Recursos Humanos y su re-empleo en nuevos trabajos. Se vislumbra que la velocidad de recapacitación y creación de los nuevos empleos sería mucho menor a la de destrucción de puestos de trabajo en la fase primaria de la implementación de las técnicas de digitalización.
Esta aseveración está fundada primero en la velocidad de la destrucción de los “viejos” trabajos, porque los tiempos se aceleraron. Hace miles de años, la gente tenía siglos para reinventarse, para pasar de vivir como cazadores a vivir como agricultores. En cambio, ahora el señor que expende y cobra combustibles en una estación de servicio de un día para el otro podría quedarse sin trabajo si los dueños de la estación deciden instalar un surtidor inteligente de autoservicio con pago “in-situ” con tarjeta de crédito u instrumento de pago similar.
Pero el gran paliativo a la desocupación que a priori, generaría la robotización, es la educación. Pero la implementación de mecanismos más masivos y rápidos de educación, entrañarían una gran asimetría entre personas con educación formal previa y las que no la poseen. Ya que las primeras serían las pioneras de cada reconversión sectorial, desplazando y haciendo correr el riesgo a los no ilustrados, de llegar tarde a la asignación de los “nuevos” empleos. Esta situación -lamentablemente- discrimina a los más carenciados, a los que han tenido menos oportunidades de acceso a la educación en la vida y agrandando aún más la brecha entre ricos y pobres.
De ahí, que esta situación de la lucha contra la desocupación generada por la digitalización se sume a lo que se viene pregonando desde hace decenios. Al respecto, ya en 1849 Sarmiento, que tenía un alto sentido de la dignidad humana, propiciaba la educación popular como un factor prioritario del proceso de cambio y modernización social.
Otra manera de reducir la brecha entre los que por su formación pueden reconvertirse más rápido, comparado con los que no han tenido oportunidad de estudiar, y por lo tanto les cuesta más esfuerzo y tiempo acceder a los “puestos del futuro”, es crear una especie de Renta Básica Universal. La misma se transformaría en otra forma de la Seguridad Social para el Gobierno. En este caso, con la provisión de una retribución, al menos temporaria. Si bien esta alternativa suena atractiva, se la vislumbra como difícil de aplicar en países en vías de desarrollo.
Sea de una manera o de otra, no cabe duda de que la transformación digital avanza por todos los frentes y que consecuentemente se presentan los problemas enunciados de eliminación de puestos de trabajo. Pero -sin lugar a dudas- la educación juega un papel decisivo en la reconversión de esos recursos humanos desplazados por la “ola digital” como hemos descripto anteriormente. Manos a la obra. ¡¡¡El futuro es hoy!!!
*Socio fundador y Director comercial de Planexware S.A.